“Lo que nadie nota, pero tú también sientes”



Bienvenidos a este espacio donde el alma habla cuando las palabras ya no alcanzan, donde no importa si es de día o de noche, si estás sonriendo o intentando no llorar, porque aquí todas las emociones tienen un lugar, incluso aquellas verdades que preferimos callar. Hoy no escribo desde la perfección ni desde la fuerza, sino desde ese rincón interior donde una sonrisa puede ocultar un mundo roto, aunque también, desde donde nace la esperanza, esa que compartimos sin decir una sola palabra. Gracias por estar aquí, por leer, por sentir, por permitirme acompañarte en este pedacito de verdad que a veces ignoramos, pero que, si estás leyendo esto, sé que también sientes.

Y es que no todo en la vida son días felices, también existen los tristes, los pesados, los silenciosos, esos que se arrastran sin pedir permiso. Hoy escribe alguien que está a punto de cumplir 17 años, y aunque el 28 de mayo es el verdadero día en que nací, legalmente faltan siete días más para que se reconozca mi cumpleaños, lo cual, aunque parezca insignificante, me pesa, me hace pensar en muchas cosas, y me recuerda que ser la hija menor no significa que todo llegue más fácil, sino que, muchas veces, también se reciben las cargas, los enojos acumulados, los silencios que duelen más que los gritos, y la indiferencia que, aunque no se diga, hiere profundamente. 

He comprendido que, aunque sea la que suele alegrar el ambiente, la que hace reír con un comentario espontáneo, también soy caos, soy desorden, soy una soñadora que ama su libertad, una chica que siente diferente, que piensa distinto, y que, precisamente por eso, es juzgada, incluso por aquellos de quienes más esperaría comprensión. Y aunque ya no me sorprende, no deja de doler.

La vida avanza sin detenerse, como un reloj que no tiene sentido del tiempo, que sigue, aunque no estemos listos, aunque quisiéramos pausar, y por eso aprendí que no siempre vale la pena contar lo que me duele, porque no todos quieren escuchar, o tal vez, no todos saben cómo hacerlo. Así que opté por el silencio, por escuchar más de lo que hablo, por ser ese hombro que está sin pedir nada, esa voz que acompaña, incluso cuando por dentro sólo quisiera gritar, romperme, llorar sin necesidad de explicar el porqué.

Y entonces recuerdo las palabras de Viktor Frankl: “Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”, y es ahí donde intento ser fuerte, aunque a veces no tenga fuerzas, donde sonrío, aunque no lo sienta, donde hago bromas que esconden lágrimas. Porque, aunque no lo digamos, todos hemos deseado, al menos una vez, que alguien nos mire a los ojos y nos diga con sinceridad: “Ya basta de fingir, háblame”, y en ese instante, créeme, me derrumbaría, contaría todo, sin filtros ni adornos.

Es triste, pero real, que muchas de las frases que nos marcan no vienen cargadas de intención, pero sí de peso, y es que las palabras también dejan cicatrices, esas que no se ven pero que perduran. Como bien dijo Brené Brown: “Las historias que no se reconocen y procesan, nos controlan”, por eso escribo, por eso suelto, porque guardar todo dentro también duele, porque escribir es, a veces, la única forma de liberar lo que no nos atrevemos a decir en voz alta.

Ser la persona que siempre quiere ver sonreír a los demás implica, muchas veces, tragarse la tristeza propia, cargar inseguridades en silencio, aparentar estabilidad mientras por dentro hay tormenta, y sin embargo, en medio de ese caos emocional, he comprendido algo más importante aún: no necesito tener todas las respuestas ahora, no necesito ser perfecta, ni estar bien siempre, porque estoy en proceso, estoy creciendo, aprendiendo a ser fuerte sin volverme fría, a sentir sin culpa, a llorar sin esconderme, a sanar a mi ritmo, sin exigencias externas.

Y si bien, sentirse perdida puede asustar, también es parte de encontrarse, porque permitirnos no estar bien ya es, en sí mismo, un acto de valentía. Como escribió Rupi Kaur: “Si estás rota, no tienes que quedarte rota”, y sí, eso me lo repito una y otra vez, porque creo que el dolor también enseña, que los días grises también forman parte del camino, y que, tarde o temprano, llegará ese final feliz que estamos buscando, no porque el mundo lo deba, sino porque lo merecemos.

P.D.: Aprendí algo más, pero tendrás que esperar para saber qué es.

Gracias por estar aquí, por leerme, por sentir conmigo, por tomarte unos minutos para entrar en este mundo donde las emociones se visten de letras. Y si en algún momento te sentiste identificado, si alguna palabra te tocó, entonces, ya no estamos solos. Hasta la próxima entrada, con más palabras que nacen desde adentro.

Escrito por: Katia Uriol

BIBLIOGRAFIAS:

1. Frankl, V. E. (1946). El hombre en busca de sentido. Herder Editorial.
(Nota: El libro fue publicado originalmente en 1946, pero puedes usar la fecha de la edición consultada si tienes una más reciente).

2. Brown, B. (2015). Rising Strong: How the Ability to Reset Transforms the Way We Live, Love, Parent, and Lead. Spiegel & Grau.
(Nota: En español, el libro se publicó como “Más fuerte que nunca”).

3. Kaur, R. (2017). The Sun and Her Flowers. Andrews McMeel Publishing.
(En español: El sol y sus flores).

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