Nos rompieron el corazón, no el amor

Hola, buenos días, buenas tardes o buenas noches, dependiendo del momento en el que estés leyendo esto, gracias por estar aquí, por tomarte un instante para entrar a este espacio que más que un blog, es un refugio, un rincón donde muchas veces escribimos lo que callamos, lo que sentimos, pero no decimos en voz alta, lo que nos dolió sin saber cómo ponerlo en palabras, y lo que aún seguimos cargando, aunque hayamos fingido superarlo. Esta reflexión no es solo para mujeres, también es para hombres, porque el amor y el dolor no entienden de géneros, porque todos en algún momento hemos sentido esa ansiedad, esa tristeza, esa confusión de no saber qué pasó con alguien que parecía estar, pero que de pronto se volvió distancia, frialdad o silencio. Este texto es para ti, sin importar quién seas o cómo ames, si alguna vez entregaste lo mejor de ti a alguien que no supo cuidarlo, si te quedaste esperando un mensaje que nunca llegó, si fuiste usado, ignorado, o simplemente no valorado, entonces esto también te pertenece. Porque sí, muchas veces fuimos esa persona, esa que creyó, que esperó, que se rompió en silencio.

Me nace la necesidad de hablar de esto, no porque se trate de una historia aislada o personal, sino porque muchas personas lo hemos vivido en silencio, lo seguimos sintiendo en el pecho, y a veces no sabemos cómo nombrarlo, cómo entenderlo, cómo seguir adelante sin cargar con el dolor que deja algo que en teoría debía hacernos bien, pero que terminó dañándonos, y más aún, porque sé que muchas adolescentes, muchas chicas que están empezando a descubrir el amor, se ven atrapadas en situaciones como estas, en vínculos que no entienden, en emociones que no saben manejar, en historias que se sienten demasiado grandes para su edad, pero que igual duelen con fuerza. El amor, cuando se mezcla con el deseo, con la costumbre, con la necesidad de compañía o con la ilusión de sentirse especial, puede volverse una trampa emocional, sobre todo cuando ocurre con alguien cercano, con quien existe una confianza previa, con quien pensábamos que podíamos estar seguras, y de pronto, después de cruzar esa línea íntima, todo empieza a cambiar, ya no hay mensajes como antes, ya no hay cuidado, ya no hay conexión, y lo que antes se sentía seguro se convierte en una incertidumbre que duele más de lo que se puede decir, y entonces muchas chicas, muchas adolescentes, piensan que el error fue de ellas, que algo hicieron mal, que no fueron suficientes, y cargan con una culpa que no les corresponde.

Haruki Murakami escribió que “cuando salgas de la tormenta, no serás la misma persona que entró en ella”, y esa frase nos acompaña cuando pasamos por algo así, porque después de una relación confusa, de un vínculo mal manejado, o de una ilusión que no fue correspondida, algo dentro de nosotras cambia, no siempre se rompe, pero sí se transforma, porque aprendemos que el amor, si no viene acompañado de respeto, de claridad y de intención, puede volverse una tormenta que arrasa con nuestra estabilidad emocional, que borra nuestra confianza, que nos deja vacías sin saber muy bien cómo ni cuándo empezó a doler tanto, y muchas chicas, incluso las más jóvenes, terminan sintiéndose vacías sin entender por qué.

Muchas veces, las personas que más nos lastiman son aquellas que antes decían cuidarnos, las que un día nos abrazaban con ternura y al siguiente nos ignoraban con indiferencia, y en ese vaivén emocional, en ese juego de cercanía y distancia, se nos va desgastando el alma, porque no se trata solo del contacto físico, sino del vínculo emocional que se activa cuando una entrega más de lo que recibe, cuando espera presencia y obtiene silencio, cuando da afecto y recibe confusión, y entonces muchas adolescentes dicen bajito “fui esa”, “yo también me sentí así”, “yo también esperé algo que nunca llegó”, y eso también merece ser escuchado, comprendido, abrazado.

Silvia Congost, psicóloga especializada en dependencia emocional, dijo una vez que “el amor no debería doler, si duele, es otra cosa”, y esa verdad tan sencilla nos cuesta aceptarla cuando estamos metidas en una historia que nos genera ansiedad, que nos hace sentir pequeñas, que nos hace dudar de nuestro valor, porque seguimos creyendo que quizás si hubiéramos hecho más, si hubiéramos sido más frías o más dulces o más fuertes o más lo que sea, todo sería distinto, pero no es así, porque quien quiere estar, está, quien te valora, te cuida, y quien siente algo real, no desaparece después de tener lo que quería.

Walter Riso lo resume de manera contundente al decir que “el amor no se mendiga, se merece”, y sin embargo, muchas veces lo mendigamos sin darnos cuenta, esperando mensajes que no llegan, buscando explicaciones que no existen, quedándonos en relaciones que nos desgastan más de lo que nos construyen, porque creemos que es mejor tener algo que no tener nada, aunque ese “algo” venga cargado de dudas, de vacíos, de silencios que duelen, y muchas adolescentes callan, se encierran, fingen que no les importa, pero por dentro se están apagando, deseando que alguien las entienda sin juzgarlas. También está la frase de Brené Brown, autora e investigadora, que dice que “la conexión es la energía que existe entre las personas cuando se sienten vistas, escuchadas y valoradas”, y si eso no existe, si no hay escucha, si no hay cuidado, si no hay presencia real, entonces no hay vínculo auténtico, por más que compartamos momentos físicos, porque lo que une no es solo el cuerpo, es el alma, es la intención, es el afecto constante que no se desvanece después de conseguir lo que se busca.

Nos volvemos frías, a veces, no por maldad ni por ego, sino por defensa, porque ya nos dolió antes, porque ya entregamos demasiado y no queremos volver a rompernos por dentro, porque cada vez que alguien nos usó, nos soltó o nos olvidó, fuimos aprendiendo, a veces con rabia, a veces con lágrimas, a cuidarnos más, a elegirnos antes, a reconocer que no todo el que se acerca con cariño viene con buenas intenciones, y que a veces, lo más sano que podemos hacer es alejarnos antes de que nos vuelvan a fallar. 

Sanar no es fácil, reconstruirse no es automático, confiar de nuevo cuesta, pero también es cierto que llega un punto en el que comprendemos que merecemos algo distinto, algo más firme, más claro, más sincero, que merecemos alguien que no nos dé ansiedad sino paz, que no nos haga dudar sino nos confirme, que no nos haga sentir usadas sino amadas, y que esa persona, sobre todo, también puede ser una versión nueva de nosotras mismas, más fuertes, más sabias, más conscientes de lo que valemos, más conscientes de que no estamos solas, y que muchas también han dicho en voz baja “yo también fui esa”, “yo también me dejé llevar por alguien que no me quería bien”, “yo también tuve que reconstruirme”.

Gracias por leer hasta aquí, por regalarte este tiempo para sentir, para mirar hacia adentro, para reconocer en estas palabras una parte de tu historia, porque a veces eso basta para empezar a sanar. Ojalá este texto te haya hecho sentir acompañado, acompañado más allá de tu género, más allá de cómo ames, porque todos, en algún momento, hemos sentido ese vacío, esa ansiedad que viene cuando alguien juega con nuestras emociones, cuando nos entregamos esperando amor y recibimos indiferencia, cuando nos ilusionamos con algo que nunca tuvo intención de quedarse. Este blog no es solo para chicas que amaron demasiado, también es para chicos que se entregaron por completo, para quienes fueron confundidos, para quienes fueron lastimados sin explicación. Porque sí, muchos fuimos esa persona, muchos seguimos aprendiendo a protegernos, a cuidarnos, a dejar de justificarnos por lo que sentimos, y a reconocer que el amor que duele constantemente no es amor. Gracias por estar, por leer, por no rendirte, por seguir buscando algo real, algo sano, algo mutuo, y por recordar que mereces algo bonito, algo que no te dañe, que no te haga dudar, que no te haga menos. Que mereces amor, pero del bueno.

Con cariño, respeto y el corazón abierto para todos,

Katia Uriol


BIBLIOGRAFIAS: 

- Murakami, Haruki. Kafka en la orilla. Editorial Tusquets

- Congost, Silvia. Cuando amar demasiado es depender. Editorial Zenith

- Riso, Walter. Amar o depender. Editorial Planeta

- Brown, Brené. Los dones de la imperfección. Editorial Urano

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hoy Me Siento Así

“Lo que nadie nota, pero tú también sientes”